¿Karate Okinawense?, ¿acaso existe otro?


¿Karate Okinawense?, ¿acaso existe otro?


Solemos escuchar a ciertos imprudentes hablar de Karate Okinawense, …como si existiera alguna otra versión de este noble arte que tenga distinto origen.
TODO el Karate es okinawense, pues en esa pequeña región del Mar de China, la isla de Okinawa, nació casi como lo conocemos actualmente: el KARATE DO.
Tan cierto como esto, es la preeminente influencia que formó al Tote de los estilos de combate del Sur de China, con quien los habitantes de Okinawa tenían fuertes relaciones comerciales y políticas, inclusive después de la conquista japonesa sobre esas tierras en 1609.
Sin embargo se requirieron varios cientos de años para que el desarrollo de este arte de combate sin armas, poco a poco comenzara a tomar forma, separándose de los sistemas chinos, hasta que, a comienzos del siglo XX, algunos maestros viajaron al Japón y lo presentaron allí como un producto totalmente original, con relativo éxito.
Hablar de karate japonés es tan absurdo como hablar de karate argentino, karate uruguayo, karate polaco o karate ruso. Siempre y cuando no se esté haciendo referencia a la práctica de este arte okinawense en dichas regiones.
Pero todos sabemos que quienes hacen esta distinción están implícitamente, denostando al resto que no pertenece a dicho grupete.
Cuando aquellos que se llenan la boca hablando de que ellos practican karate japonés, no se están refiriendo a que viajan a Tokio lunes miércoles y viernes a entrenar dos horas y vuelven a sus casas en el Bajo Belgrano. No!, están pretendiendo algo que simplemente no existe, ser los dueños de una verdad absoluta sobre lo que es o deja de ser el KARATE DO.
Para el resto de quienes practicamos con amor desde años esta actividad de belleza sin igual, debería sonarnos a insulto que nos pregunten si hacemos Karate okinawense… TODO el KARATE DO es de Okinawa.
La practica del Karate o Tote se daba en algunas aldeas de la pequeña isla de Okinawa, hoy prefectura del Japón desde 1876. Su impronta, protocolos e incluso tecnicismos pertenecían claramente a la idiosincrasia de los isleños quienes hablaban un dialecto llamado okinaguchi.
En aquellas épocas, antes de la primera guerra mundial, pocos okinawenses hablaban japonés fluído y muchos menos lo escribían. Solo los hijos de la nobleza y algunos afortunados descendientes de comerciantes poderosos, lo hacían de tal modo que al viajar al Japón, lograban disimular su origen. La fuerte cultura nacionalista que imperaba durante la era Meiji, condenaba a los pobladores de Okinawa, quienes eran vistos como provincianos incultos y torpes por los ciudadanos japoneses.
Sin embargo el Tote o como se lo terminó conociendo en Japón: KarateDo, sería introducido por dos hombres estrechamente vinculados a la herencia de Okinawa. Efectivamente serían dos okinawenses quienes abrirían las puertas del Imperio del Sol Naciente al Okinawa-te.
El primero fue Funakoshi Gichin, maestro de escuela, de familia de clase alta pero empobrecida. Poco después Miyagi Chojun, hijo mayor de comerciantes navieros.
Repito, por si aún los imprudentes siguen allí, Funakoshi era okinawense, hijo de un practicante de bojutsu okinawense asiduo a la bebida y nieto de Gifuko, erudito confusionista que enseñaba en el palacio de Shuri. Aprendió Tote de Azato e Itosu, que también eran okinawenses, y tuvo la suerte de aprender el idioma y la caligrafía japonesa al graduarse como maestro.
Pese a que el padre de Gichin Funakoshi había despilfarrado la riquezas ganadas por Gifuko, estos seguían perteneciendo a una familia de la clases Shizoku, y esto no es menor ya que allanó el camino del fundador del noble estilo Shotokan.
Por último y para que mi punto se sustente por sí solo, cito el prefacio del libro de Funakoshi, Karate-Do, Mi Camino
Hace casi cuatro décadas que me propuse realizar lo que ahora considero un programa enormemente ambicioso: introducir entre el gran público japonés el complejo arte de Okinawa, o deporte, que ha venido a llamarse Karate-Do, ‘el camino del karate’. ”. (Funakoshi Gichin, Karate-Do mi camino, Ed. Kodansha Internacional ltd., Tokio – Japón).
De Miyagi Chojun sensei hablo extensamente en mi libro Historia del Karate y notas publicadas en http://www.akkka.com.ar/index.html por lo que obviaré más comentarios.
Entonces, amigos, no existe un KARATEDO que no sea okinawense. No existen karatekas de primera y karatekas de segunda, existe el KARATE.
Lamento que quienes piensen distinto se estén denigrando a si mismos. Pero más lamento por aquellos que comprenden lo que digo y pese a ello siguen atrapados en una burbuja de falsas premisas y difícil justificación.
Para todo el resto que ama el Karate, sea este Shotokan, Shorin Ryu, Goju Ryu o Uechi Ryu, etc., no permitamos que nos traten como “kelpers”. Somos los sostenedores de una tradición que surgió en una pequeña isla en el Pacífico y se difundió y evolucionó en el resto del mundo, volviendo a Okinawa muchas veces, mejor de cómo había salido.
Sintamos el orgullo de hacer KARATE DO.
Agrupémonos y discutamos el futuro del Karate Do, sin subirnos a ningún pedestal. Participemos en aquellas organizaciones provinciales, nacionales e internacionales que nos respeten por ser parte de esta cultura universal de infinitas partes, tan valiosas ellas como la sumatoria utópica de sus partes.
Y no creamos en las estupideces de moda, karate japonés, karate olímpico, karate oficial, etc, etc, etc, Tama;a tontera solo existe en las mentes pasajeras de unos pocos que, por suerte, ya se están retirando.

Lic. Pablo E. Scurzi

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