PROPIEDAD PRIVADA?


PROPIEDAD PRIVADA?*



Todos aquellos que hemos transitado unas décadas por el mundo del Karate hemos vivido historias (en el mejor de los casos, las hemos oído) sobre maestros que entienden a sus alumnos como propiedad privada.


-¡Fulanito!, aquel no tiene nada que enseñarte…-
-¡Mengano, YO soy tu maestro, hacé lo que digo.-
Zutano, sino haces karate conmigo no vas a hacer karate con nadie!.- Etc, etc, etc.
Este criterio de pertenencia, que los occidentales hemos trastocado, originalmente nació en el sentimiento que los alumnos okinawenses profesaban por sus maestros y las enseñanzas que estos brindaban. A finales del siglo XIX, principios XX, a ningún okinawense le resultaría extraño saber de algún practicante que entrenara en distintos dojo. Muchos maestros compartían alumnos, sin que ello signifique internas o absurdos desplantes.
Los alumnos sentían tanto respeto por sus maestros, que los endiosaban y creaban fábulas místicas sobre sus poderes y destrezas. Esto generaba expectativas en otros estudiantes o habitantes de la aldea y los llevaba a movilizarse para conocer a aquel maravilloso Maestro que vivía a algunos kilómetros de oscuridad y barro.
Esto jamás transformó en “libertino” el aprendizaje del Karate es decir, el aprender de distintos maestros no hacía del alumno un paria, pues este jamás perdía el respeto y el amor por su primer Guía. Incluso en varias historias conocidas se observa que era el mismo Maestro quien, atento a las necesidades de su alumno, lo mandaba a entrenar con otro, pues entendía que se adaptaría mejor a tal o cual técnica que, según su criterio, otro maestro conocía mejor.
¡Qué GRANDEZA!!!!!
Poco a poco estos valores fueron mutando y hoy en día se prohíbe inclusive participar de torneos, seminarios, charlas, cenas, cafés, kermeses o congestiones de tránsito, con algún otro de los muchos respetados Maestros de Karate. 
Y ¡guay! si se cruzan!!!!!!!. Saludarse en la vereda puede ser causal de destierro!!!!!.
No es menos cierto que esta caída en espiral devino de la comercialización del conocimiento. A los Maestros ya no les alcanzaba con que los alumnos cortaran su leña, barrieran sus jardines, trajeran el agua… Los tiempos cambiaban velozmente y quienes no se adaptaban desaparecían. Así cada alumno pasaba a representar solo una cuota del sustento monetario necesario e imprescindible… y claro, ya no sería tan fácil desprenderse de ESA cuota.
Cuidado. A no confundirse. No estoy criticando el giro económico del mundo ni las adaptaciones que fueron útiles para sobrevivir en él. Los Maestros de Karate Do empeñan muchas horas de su tiempo en perfeccionarse a si mismos y a sus alumnos y es por demás correcto que cobren por ello. Son trabajadores como tantos otros. Que disfruten de su profesión no los exime de tener necesidades que deban ser cubiertas. Y en nuestra era, su tiempo y conocimientos, se truecan por dinero, y es correcto que así sea.
Mi crítica va más allá. Está dirigida a los alumnos que asienten mansamente a que se les prohíba o escasee el conocimiento y las nuevas experiencias.
Un alumno es un ciudadano libre, con inquietudes y capacidades a desarrollar. No es un samurai dispuesto a dar su vida por su señor feudal, o al menos no debiera serlo. 
Un alumno no puede permitirse el lujo de no investigar su entorno o de negar otras realidades y entonces, quizás, volver a elegir a su Maestro original.
Es cierto que existe en esto, una responsabilidad compartida, pero el maestro que prohíbe, es un maestro inseguro, temeroso, conocedor de sus limitaciones y preocupado por su sustento y si bien es triste, no se le puede acreditar culpa. Al menos no mucha. La culpa no es del chanco sino del que le da de comer, en este caso, el alumno.
También es cierto que está mal que se haga a escondidas de su mentor, si desea salir del cascarón y ver que hay más allá de las paredes de su dojo, debe animarse, debe hablarlo con su sensei y participarlo.
Si en este devenir por distintos criterios técnicos y estéticos, le indicaran al alumno que existe otro camino, mejor para él, bienvenido sea y que lo siga con altura y dignidad. Sin lugar a dudas esto enaltece el nombre del Maestro originario y tarde o temprano el alumno perdido, se transformará en más alumnos que llegarán atraídos por las historias contadas y la evidente ausencia de egoísmos de quien enseña para educar.

Insisto, ésta crítica es para los alumnos que sienten inquietudes pero  se sublevan a los temores de su instructor.
No es traición querer saber más, tener otras vivencias, buscar otros saberes. No es traición opinar distinto, ni reconocer las destrezas o los conocimientos en tal o cual circunstancia técnica o intelectual de otro maestro distinto al propio.
Traición es intentar desplazar al Maestro con excusas vanas. Traición es buscar a escondidas. Traición es comprometer al otro para luego dejarlo solo. Traición es denigrar a quien nos ha formado para ganar rédito entre alumnos inseguros. Y quien cae en tal bajeza se denigra.
Muchos de los “fracasos matrimoniales” del Karate poco tienen que ver con la traición. Chisporroteos, malos entendidos, falta de interés, etapas quemadas, decepciones personales, nuevas responsabilidades...  Dejar a un Maestro no es traición. Traición es mentir.
El Karate Do evoluciona. Lo hace a un ritmo tan acelerado, que se ven los cambios de una generación a otra.
Vivimos la etapa del crecimiento interpersonal. Ya no hay lugar para crecimientos aislados. Para nuestros queridos Maestros fue difícil y sumamente limitante sostener el crecimiento personal a partir de una única mirada. Algunos pocos comprendieron la necesidad de conocimiento de sus alumnos y los estimularon para seguir capacitándose, pero la gran mayoría no contempló esto y quedaron aislados en la cálida ilusión de que su saber era el único legado válido de oriente.

Ese tiempo pasó, como pasan las nuves, como pasa el agua, que a veces da vida pero en general devasta. 
Hoy el Karate o se comparte o desaparece entre banderas erróneas y falsas premisas, confundido entre los restos de la inundación globalizadora.
El alumno no debe ser entendido como una propiedad. De no compartir sus experiencias, sus logros, sus saberes con otros, terminará cayendo en espiral en esa gran sopa de conocimientos confusos llamada Internet. Y de ahí… a la nada.
Por eso decimos que debemos aprovechar hoy las posibilidades de conocernos, consultarnos, practicar juntos distintos estilos, distintas escuelas, distintos conocimientos y experiencias, para aprender de todos ellos y seguir creciendo en lo nuestro. 
Esto, no mella en lo más mínimo la identidad del Karate Do que se practique. Una de las leyes fundamentales del Arte de Combate sin Armas de la isla de Okinawa reza: Karate I Shin Den Shin (el Karate se aprende de corazón a corazón).
Participar de seminarios con otros maestros, de prácticas con amigos de otros estilos, de torneos de otras organizaciones, presenciar demostraciones de escuelas distintas a la propia, etc., no puede sino más que ser revitalizante, impulsor de nuevas energías.
El alumno que sigue acompañando al Maestro, pese a haber vivido otras realidades, es un candidato verdadero para llevar la antorcha del conocimiento una generación más.
¿Qué logro más honorífico existe para un Maestros del Karate Do, que encontrar entre sus alumnos, alguno que por elección propia y en conocimiento de otras verdades, siga eligiéndonos ?
Ahora, es evidente que estos valores no pueden ser estáticos. Deben tener la flexibilidad necesaria para ir adaptándose a los tiempos.
Cuando las tradiciones son una traba para el progreso, deben dejarse a un lado. ¿Qué sería del Japón sin la Restauración Meiji? Y, pese a los dolores que causó este profundo cambio, ¿alguien puede dudar del crecimiento exponencial al que se vio sometido el Imperio del Sol Naciente desde digamos…, la pérdida del chonmage? No pretendo discutir aquí las bonanzas de aquel cambio, planteo que quienes intentan resistirse al tsunami del conocimiento inmediato, pronto quedarán como párrafos solitarios en olvidados libros de texto.
Hoy crecer está estrechamente vinculado al conocimiento académico y al saber informal.

El primero debe ir a buscarse a las Universidades, exigiendo que estas cumplan con la demanda de las nuevas ciencias. El segundo reside en los distintos dojo de Karate Do. No se los puede conocer a todos, es cierto, pero las Federaciones Provinciales democráticas y abiertas, son un bastión importante y representativo de este conocimiento informal. Participemos en ellas activamente. Allí, poco a poco, iremos presentando nuestras tradiciones, iremos comparando nuestras experiencias, iremos conociendo otras verdades, creceremos y ayudaremos a crecer y esto se dará sin necesidad de renunciar a lo que somos.
Jamás esta interacción puede resultar nociva para nuestras concepciones. Cuanto mucho servirá para actualizarnos y comparar, único modo de saber dónde nos encontramos.
Es nuestra responsabilidad unir el Karate Do. NO en un pastiche homogéneo, donde todos hacen el mismo horrible Kata. Unir no significa Mezclar. Unir es tomarse de las manos y aprender que no se está solo. Aceptar en definitiva, que no tenemos el cinturón más largo que el de nadie.
Si no nos animamos nosotros mismos, habrá que darle el lugar a nuestros alumnos, eso favorecerá su aprendizaje y los preparará para afrontar la nueva Era. 
Lo que hagamos hoy definirá el mañana. No seamos espectadores silenciosos del cambio.
Un alumno no es propiedad privada. Es la garantía, la única garantía, de que nuestro trabajo no será olvidado. 
Y para eso habrá que abrirles los ojos.

Lic. Pablo Eduardo Scurzi
*nota de abril del 2010

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